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La Europa digital y de la energía: rompamos fronteras y unamos fuerzas

La Europa digital y de la energía: rompamos fronteras y unamos fuerzas

  • Olivier Micheli escribe en La Ecuación Digital sobre la necesidad de una Europa unida para competir globalmente en tecnología y energía, superando la fragmentación y apostando por la innovación conjunta.
Europa Tecnología

se encuentra en una encrucijada. Frente a los gigantes estadounidense y chino, nuestro continente pierde terreno. Los datos son alarmantes: en los últimos quince años, el PIB de Europa se ha estancado, mientras que el de Estados Unidos, casi igualado en 2008 (14.200 y 14.800 billones de dólares respectivamente), se ha duplicado hasta alcanzar los 27 billones en 2024, con una notable aceleración en los últimos cuatro años.

Esta pérdida de velocidad no era inevitable, es el resultado de una dinámica claramente identificada. Las razones de este declive relativo son bien conocidas: falta de inversión en innovación, un marco normativo complejo y un entorno económico menos competitivo, sobre todo en términos de energía y productividad.

Fallamos al no acometer cambios antes y ahora las consecuencias parecen inevitables. Hay que decir que Europa ha fracasado a la hora de negociar una serie de cambios tecnológicos, incluida la transición a la Nube. Ahora, con el desarrollo de grandes proyectos tecnológicos, especialmente los relacionados con la IA y la computación cuántica, vemos que los europeos estamos repitiendo los errores del pasado, adoptando un enfoque muy nacional que no puede competir con las inversiones que realizan Estados Unidos o China. Los campeones del siglo XXI no pueden ser únicamente campeones nacionales.

Sin embargo, la historia también nos muestra un modelo de éxito europeo: Airbus. No es casualidad que este ejemplo surja de manera habitual cuando hablamos de competitividad europea. Este buque insignia de la industria aeronáutica nació de la inteligencia colectiva y la puesta en común de recursos a escala continental. Ese es el modelo que refleja una Europa fuerte y unida, el que debemos emular si no queremos perder las batallas tecnológicas de hoy y de mañana.

Europa ya no puede permitirse ser un mero «conjunto de países»

El terreno de juego tecnológico trasciende las fronteras nacionales. Es indispensable pensar y actuar colectivamente. Esto significa aunar recursos y esfuerzos humanos y financieros, descentralizar las iniciativas, extender las infraestructuras a varios territorios y, sobre todo, apoyarse en los campeones europeos existentes.

La fragmentación histórica sigue pesando mucho en nuestro continente. Por ejemplo, Europa cuenta con un centenar de operadores de telecomunicaciones para una población total de 447 millones de habitantes, mientras que Estados Unidos y China sólo tienen tres operadores cada uno para poblaciones de 331 millones y 1.400 millones, respectivamente. Y esta fragmentación tiende a repetirse en todos los sectores industriales.

Tenemos que identificar a los líderes en cada área digital, ya sea la Nube, los centros de datos, la computación cuántica, la IA u otras tecnologías clave, y darles los medios para crecer y competir con los gigantes mundiales.

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En concreto, con la IA, en lugar de esperar a que surja un campeón nacional y siga creciendo en suelo europeo, tratemos de identificar a los jugadores con mayor potencial –Mistral o Aleph Alpha en LLM, por ejemplo- y asegurémonos de que trabajan juntos para desarrollar una capaz de competir con los grandes campeones internacionales.

Aunemos esfuerzos, creemos sinergias y encontremos la inversión necesaria para desarrollarlas. Además, debemos tener claro que estas inversiones no pueden limitarse al sector privado. Un fuerte apoyo público es esencial para estimular la innovación y la investigación. Siguiendo el ejemplo de los fondos asignados a la aeronáutica, hay que movilizar recursos públicos europeos y nacionales para apoyar proyectos de gran envergadura y las tecnologías del futuro.

Ante estos retos, necesitamos un impulso europeo

A todos nos interesa crear una Europa fuerte e innovadora. Es hora de actuar con ambición y determinación para invertir la tendencia, volver a la senda del crecimiento y construir una soberanía tecnológica sostenible. El futuro económico de nuestro continente depende de ello.

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