Editor en La Ecuación Digital. Consultor de Innovación y Estrategia…
El discurso de Donald Trump en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos pone de relieve la estrategia del presidente estadounidense de utilizar los aranceles no solo como una herramienta económica, sino también como una palanca política para ejercer presión sobre otras potencias, incluida la Unión Europea (UE).
Las declaraciones de Trump, junto con recientes movimientos de líderes tecnológicos como Mark Zuckerberg, refuerzan la narrativa de que las normativas europeas, diseñadas para regular la actividad de las grandes tecnológicas estadounidenses, podrían percibirse como una forma de proteccionismo disfrazado que afecta a la competitividad de las empresas estadounidenses.
Aranceles: una estrategia más allá de la economía
Durante su discurso en Davos, Trump dejó claro que su visión sobre los aranceles trasciende los beneficios económicos directos. Trump describió los aranceles como un mecanismo que no solo fortalece la economía estadounidense al atraer ingresos al Tesoro, sino que también funciona como una herramienta de negociación. Esta idea fue respaldada por Scott Bessent, exsecretario del Tesoro bajo la administración Trump, quien argumentó que los aranceles son una estrategia para ganar concesiones de otros países.
Implicaciones para Europa
Trump podría interpretar estas regulaciones como barreras comerciales injustas, o una forma de arancel disfrazado, diseñadas para limitar la influencia de las empresas estadounidenses en el mercado europeo. Esta percepción podría derivar en una presión diplomática más directa para que la UE revise estas normativas, argumentando que afectan la competitividad y la inversión mutua. Por otro lado, estas tensiones podrían llevar a una escalada en las disputas comerciales, especialmente si Estados Unidos considera que dichas leyes discriminan a sus empresas.
Esta percepción ha cobrado fuerza en las últimas semanas, impulsada en gran medida por las declaraciones de Mark Zuckerberg. Recordemos que el 7 de enero, Zuckerberg publicó un vídeo en el que expresó su compromiso de colaborar con la administración de Trump para contrarrestar lo que describió como presiones de censura global. En su discurso, criticó abiertamente las leyes europeas que, según él, institucionalizan la censura a través de normativas como la Ley de Mercados Digitales (DMA) y la Ley de Servicios Digitales (DSA). Estas medidas, diseñadas para regular la actividad de las grandes tecnológicas en el mercado europeo, han sido objeto de un escrutinio creciente en Estados Unidos.
Unos días después, el 11 de enero, Zuckerberg fue más explícito en el podcast The Joe Rogan Experience, señalando que las empresas tecnológicas estadounidenses han pagado más de 30.000 millones de dólares en sanciones en los últimos 20 años debido a la aplicación de las normativas europeas. En sus palabras, esta práctica es casi como un arancel dirigido específicamente contra las compañías estadounidenses. Además, culpó a administraciones anteriores de Estados Unidos por no haber tomado medidas para proteger a las empresas del país frente a lo que percibe como un ataque regulatorio.
En respuesta, Trump ha intensificado la retórica sobre la necesidad de que la UE elimine las barreras comerciales. Durante su discurso, acusó a Europa de no abrir adecuadamente sus mercados a productos agrícolas y automóviles estadounidenses, mientras exporta millones de vehículos a Estados Unidos. Esta narrativa refuerza la idea de que las relaciones transatlánticas están entrando en una fase de tensiones comerciales y regulatorias sin precedentes.
Críticas veladas a la regulación global
En su discurso, Trump mencionó la necesidad de combatir las «burocracias extensas» y los «sistemas autoritarios» que limitan el crecimiento económico. Aunque no se refirió directamente a la Unión Europea, sus declaraciones pueden interpretarse como una crítica a las regulaciones estrictas que muchas veces caracterizan a las políticas del bloque comunitario.
Es posible que Estados Unidos intente debilitar el consenso regulador europeo promoviendo acuerdos bilaterales con países de la UE más favorables al libre comercio, como Polonia o Hungría. Además, podría usar su poder comercial para influir en las negociaciones, ofreciendo incentivos económicos a cambio de políticas regulatorias más laxas.
Política comercial y uso de aranceles como herramienta de presión
El proteccionismo ha sido un elemento central de la política de Trump, y su discurso sugiere que podría seguir utilizando tarifas y aranceles como herramientas para contrarrestar las políticas regulatorias europeas que afecten a las grandes tecnológicas estadounidenses.
Acciones previstas
Entre las posibles medidas se incluyen:
- Incremento de tarifas sobre bienes europeos clave, como automóviles o productos agrícolas, como respuesta a sanciones o multas impuestas por la UE a empresas tecnológicas estadounidenses.
- Negociación de acuerdos específicos para limitar el alcance de medidas como el impuesto digital europeo, una iniciativa que ha generado tensiones importantes en el pasado.
Fragmentación del bloque europeo mediante acuerdos bilaterales
Trump enfatizó la importancia de los acuerdos bilaterales sobre los compromisos multilaterales. Esta estrategia podría ser utilizada para dividir la cohesión regulatoria de la UE, atrayendo a ciertos países miembros hacia políticas más alineadas con los intereses de Estados Unidos.
Impacto potencial
Países como Italia, Hungría o Polonia podrían buscar acuerdos separados con Estados Unidos para atraer inversiones tecnológicas, debilitando así la capacidad de la UE para presentar un frente unido en materia regulatoria. Esto no solo complicaría las relaciones internas del bloque, sino que también socavaría su capacidad para negociar con una posición sólida frente a potencias extranjeras.
Nacionalismo económico y narrativa estratégica
El discurso de Trump estuvo marcado por la narrativa de “America First”, destacando el éxito económico de su administración como una justificación para defender los intereses de las empresas tecnológicas estadounidenses frente a lo que podría percibirse como proteccionismo europeo disfrazado de regulación. Este enfoque subraya la intención de Estados Unidos de proteger a sus gigantes tecnológicos mientras busca influir en las políticas internacionales.
Un desafío para Europa
La UE enfrenta un dilema complejo: mantener sus estrictas normativas para garantizar la protección de consumidores y empresas más pequeñas, o ceder ante la presión estadounidense para evitar conflictos comerciales que puedan tener un impacto significativo en la economía europea.
Perspectiva geopolítica: un campo de batalla digital
El discurso de Trump en Davos no solo es un recordatorio de las diferencias fundamentales entre Estados Unidos y Europa en cuestiones regulatorias, sino también un reflejo de las estrategias geopolíticas que están redefiniendo el equilibrio de poder global en el ámbito digital. La regulación tecnológica se perfila como uno de los principales campos de batalla, donde los intereses económicos, comerciales y de soberanía nacional convergen.
En este contexto, las decisiones que tome la UE en los próximos meses serán cruciales. La posibilidad de una “guerra fría regulatoria” entre Estados Unidos y Europa es cada vez más real, con implicaciones que van más allá del sector tecnológico, afectando aspectos fundamentales de las relaciones transatlánticas.