
Editor en La Ecuación Digital. Consultor de Innovación y Estrategia…
Según una investigación publicada por Reuters, varios inversores tecnológicos de Silicon Valley están promoviendo la idea de transformar Groenlandia en una ciudad tecnológica de baja regulación —denominada Freedom city —, con el respaldo del epresidente estadounidense Donald Trump.
La propuesta se enmarca en los esfuerzos del entorno de Trump para adquirir Groenlandia a Dinamarca, y ha sido considerada seriamente por Ken Howery, nominado como embajador ante Copenhague y excofundador de PayPal junto a Peter Thiel.
La idea de crear ciudades con regulaciones mínimas no es nueva en el ecosistema tecnológico estadounidense. Desde hace más de una década, figuras influyentes del sector como Peter Thiel han abogado por la creación de enclaves urbanos con normativas flexibles para fomentar la innovación sin las restricciones tradicionales del marco legal estadounidense. Estas propuestas han adoptado diversas denominaciones, como charter cities o startup cities.
El impulso renovado proviene ahora del interés geopolítico y estratégico que representa Groenlandia para Estados Unidos. Con una población de apenas 57.000 habitantes y una superficie tres veces mayor a la del estado de Texas, la isla alberga recursos minerales valiosos (incluyendo tierras raras) y ya cuenta con presencia militar estadounidense.
Desarrollo detallado
Tecnología sin regulación: el modelo ‘freedom city’
El modelo propuesto para Groenlandia contempla un centro tecnológico dedicado a sectores emergentes como inteligencia artificial, vehículos autónomos, lanzamientos espaciales, microreactores nucleares y trenes de alta velocidad. Este enfoque busca atraer empresas punteras ofreciendo un entorno sin las restricciones regulatorias habituales.
Este tipo de iniciativa representa un intento por replicar el dinamismo innovador propio de Silicon Valley en un nuevo territorio, pero sin las limitaciones legales que imponen los marcos nacionales existentes. La idea se alinea con propuestas anteriores impulsadas por empresarios como Elon Musk o Peter Thiel, ambos defensores públicos de estructuras urbanas alternativas basadas en principios libertarios.
El papel de Ken Howery y sus vínculos con Silicon Valley
Ken Howery, uno de los fundadores originales del fondo Founders Fund —junto a Peter Thiel—, ha sido identificado como un actor clave en los primeros contactos sobre el futuro tecnológico potencial de Groenlandia. Según la información revelada por Reuters, Howery sería el principal negociador para una eventual adquisición o colaboración con Dinamarca respecto a la isla.
Además de su vinculación empresarial con Thiel, Howery mantiene una relación cercana con Elon Musk, quien figura entre los asesores más influyentes del expresidente Trump. Aunque Howery declinó hacer declaraciones públicas sobre el asunto y la Casa Blanca no respondió a solicitudes de comentario, varias fuentes anónimas confirmaron su implicación directa en las conversaciones preliminares.
Donald Trump y la expansión territorial: antecedentes recientes
Aunque Trump hizo campaña originalmente con un discurso aislacionista, sus últimas manifestaciones sugieren un cambio hacia una política exterior más intervencionista. Entre otras propuestas recientes destacan la recuperación del Canal de Panamá, la anexión de Canadá y el posible desarrollo inmobiliario en la Franja de Gaza tras una ocupación militar.
En ese contexto más amplio se inscribe el interés por Groenlandia. Ya durante su mandato presidencial (2017-2021), Trump mostró disposición a adquirir la isla a Dinamarca, lo que generó tensiones diplomáticas entre ambos países. En declaraciones públicas realizadas desde entonces, ha insistido en la relevancia estratégica de Groenlandia para los intereses estadounidenses.
Interés estratégico y económico en Groenlandia
Más allá del enfoque tecnológico impulsado desde Silicon Valley, Groenlandia posee significativos activos geoestratégicos. Estados Unidos mantiene allí una base militar activa y se calcula que existen importantes depósitos minerales —especialmente tierras raras— clave para industrias tecnológicas críticas como baterías eléctricas y microchips.
El control o influencia sobre estos recursos podría otorgar ventajas competitivas sustanciales frente a rivales geopolíticos como China o Rusia. Desde esta óptica, la propuesta tecnológica no solo tendría implicaciones económicas sino también estratégicas para Washington.
Implicaciones futuras
De concretarse alguna forma de colaboración o adquisición territorial parcial sobre Groenlandia, podrían abrirse nuevas posibilidades para establecer zonas especiales dedicadas al desarrollo tecnológico bajo regímenes regulatorios alternativos. Este tipo de enclave tendría implicaciones tanto económicas como legales complejas desde el punto de vista internacional.
Para el ecosistema empresarial tecnológico europeo —y especialmente español— este tipo de iniciativas plantea interrogantes relevantes: ¿Podrían proyectos similares tener cabida dentro del marco comunitario europeo? ¿Qué riesgos regulatorios o legales se derivan cuando actores privados buscan crear jurisdicciones paralelas? ¿Cómo responderán los gobiernos nacionales ante propuestas que buscan eludir sistemas fiscales y laborales tradicionales?
A medio plazo, también podría observarse un incremento en los intentos por parte de inversores tecnológicos globales para impulsar entornos jurídicos autónomos destinados exclusivamente a experimentación empresarial avanzada.