Editor en La Ecuación Digital. Consultor de Innovación y Estrategia…
El presidente de Estados Unidos Joe Biden anunció ayer que no buscará la reelección, poniendo fin a semanas de especulación y abriendo paso a una evaluación de su legado, particularmente en el ámbito de la política tecnológica.
En el ámbito de la política tecnológica, el 46º presidente de Estados Unidos podría ser recordado favorablemente. La Ley CHIPS, una de sus mayores iniciativas, ha demostrado ser altamente efectiva. Con el objetivo de reubicar la producción de semiconductores en el país, esta ley ha generado inversiones tecnológicas por 272 mil millones de dólares, creando 36,300 empleos. Su popularidad es evidente: según una encuesta de Morning Consult/Politico, dos tercios del público estadounidense la aprueban.
Adam Kovacevich, fundador y CEO de la Cámara de Progreso, una coalición de la industria tecnológica, destaca el enfoque de Biden: «Se ha interesado en llevar la economía tecnológica a más personas, más allá de Silicon Valley». Esta visión se refleja en la Ley CHIPS, que no solo busca asegurar el liderazgo de EE.UU. en la carrera tecnológica global, especialmente contra China, sino que también aborda la pérdida de empleos a favor de ese país.
Firmada en 2022, la ley subsidia a los fabricantes estadounidenses con 39 mil millones de dólares. Este movimiento estratégico cobra mayor relevancia ante la creciente preocupación mundial por la dependencia de los chips de inteligencia artificial de Nvidia, fabricados en Taiwán, un país cuyo futuro está constantemente amenazado por China.
La semana pasada, los precios de las acciones de estas empresas se desplomaron después de que Donald Trump sugiriera que no haría mucho para proteger los intereses taiwaneses si fuera elegido.
La agenda tecnológica de Biden muestra un claro interés en apoyar al público, los intereses comerciales estadounidenses y, en menor medida, las ganancias empresariales del sector tecnológico. Recientemente, su administración impuso aranceles proteccionistas a los vehículos importados de China para proteger la industria nacional. Aunque el Programa de Conectividad Asequible se agotó a finales de mayo debido a la falta de acuerdo en el Congreso, logró reducir las desigualdades en el acceso a Internet en Estados Unidos.
En el frente antimonopolio, Biden ha intentado frenar a gigantes como Meta, Google y Apple. El nombramiento de Lina Khan como presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC) en 2021 fue considerado como una decisión acertada. Mark MacCarthy, investigador sénior de políticas en la Universidad de Georgetown, afirma: «Contrató a las personas adecuadas para perseguir una política antimonopolio fuerte en relación con la tecnología».
Emerson T. Brooking, director de estrategia y residente senior en el Atlantic Council, va más allá: «El presidente Biden ha hecho más que cualquier presidente estadounidense para asegurar que la gran tecnología trabaje en el interés público». Sin embargo, reconoce que, aunque Biden ha sido fuerte, los tribunales y el Congreso no siempre han cooperado.
Para superar estos obstáculos, Biden ha recurrido a órdenes ejecutivas. En octubre de 2023, emitió una orden sobre IA, exigiendo que su desarrollo sea «seguro y confiable». En mayo, presentó principios para proteger a los empleados del avance de la IA, logrando que empresas como Microsoft firmaran un código voluntario. No obstante, algunos critican que el enfoque de Biden para regular la IA ha sido liderado por voces de la industria, resultando en reglas que favorecen a esos actores.
Las políticas de Biden han causado más problemas para Silicon Valley y los ejecutivos de las grandes tecnológicas en comparación con la actitud abiertamente proempresarial de Trump. Esto explica por qué figuras como Marc Andreessen y Elon Musk han apoyado públicamente a Trump. Sin embargo, una reciente encuesta de The Information entre directivos clave, sugiere que Biden sigue siendo visto como la opción preferida para la industria tecnológica.
Rebekah Tromble, directora del Instituto de Datos, Democracia y Política en la Universidad George Washington, resume el desafío de Biden: «Tuvo que hilar muy fino. Con Europa avanzando en una regulación tecnológica relativamente agresiva, Biden necesitaba, a su vez, promover la innovación tecnológica estadounidense mientras trataba de limitar los daños de las grandes tecnológicas para los estadounidenses y la competencia». Tromble añade que «El hecho de que haya sido capaz de avanzar en su agenda tecnológica en estas condiciones es realmente digno de mención».
El legado tecnológico de Biden se caracteriza por un equilibrio entre la promoción de la innovación estadounidense y la regulación necesaria, dejando una marca significativa en la política tecnológica de los Estados Unidos a pesar de los desafíos políticos enfrentados.
Fuente: FastCompany